domingo, 1 de febrero de 2009

Buenos Aires, libros y mausoleos

Hace una semana estuve por pocos días en Buenos Aires, en una de esas raras ocasiones en que viajo por turismo. La cosa fue así: del 14 al 21 de Enero estuve en Bariloche, para el Simposio Latinoamericano de Física de Altas Energías (SILAFAE) y, como ya estaba en Argentina, y dado que desde chico mi papá me había hablado de cuánto le gusta Bs. Aires, decidí tomarme libre de jueves a domingo de la semana pasada para conocer la capital argentina. Como estaba con Joel, que decidió también tomarse el fin de semana libre antes de regresar a la fría Valencia, llegué a hacer turismo -y no únicamente a sentarme en cafés y parques a leer, como suele pasar cada vez que tengo tiempo "libre" en un viaje- en la ciudad y alrededores. Tomamos un city tour que nos llevó por los barrios importantes: Palermo, San Telmo, Recoleta, La Boca y que terminó en un paseo en catamarán por el delta del río El Tigre. Y sí, me tomé la clásica foto en Caminito. (Lo que no pudimos hacer es tomar una foto desprevenida a la espectacular tanguera que posaba por ahí, en vestido rojo y sombrero negro...)

A pesar de los más de 30º C (media de 35º), caminamos buena parte del centro, con lo cual concluí que, entre las ciudades que he podido conocer, Bs. Aires es una de mis favoritas porque:

1. La densidad de librerías es altísima: sobre la Calle Florida (algo así como un Jr. de la Unión, en Lima, pero más cuidado), la densidad es de más de una librería por cuadra. Para los que me conocen, saben que la tentación de mudarme a Bs. Aires, sólo por esta razón, es grande.

2. Las porteñas son, sin menosprecio por las valencianas, alicantinas, mexicanas y limeñas, guapas. En Bs. Aires uno camina por las calles con gusto. Alabada sea la Física que me manda a estas ciudades.

El primer día que llegamos a Bs. Aires caminamos sobre la Av. Santa Fé, un poco sin rumbo, pero atentos a cualquier librería que se nos cruzara por el camino. (Afortunadamente, a Joel también le gustan los libros ... aún así, creo que estuve a punto de poner a límite su aguante. Me dispiace, Joele!) Después de comer y tomar algo en un cafecito muy pintón, encontramos una librería particular, mas bien pequeña, que no era una librería de cadena (allá Cúspide Libros y El Ateneo son los equivalentes a la peruana El Crisol). Entramos, saludamos al librero -que tenía todo el aspecto de ex-hippie- quien nos informó que cerraba en veinte minutos, y comenzamos a husmear los estantes. Encontré un libro de Calvino que no había podido encontrar en Lima (El Caballero Inexistente) y, cuando le pregunté al librero si tenía algo del polaco Stanislaw Lem (a quien descubrí hace poco), comenzó una conversación sobre Lem, Dick, Asimov, Huxley y varios otros escritores de ciencia ficción (un par que no conocía, notablemente Ballard).

Esta ha sido la primera y única vez en que he podido entrar a una librería y conversar con el tendero sobre libros. El librero, además de vendedor, era lector y conocedor de su mercancía, con gustos y recomendaciones. Este tipo de interacción no se encuentra en las grandes cadenas y, ahora lo sé, es una parte tan satisfactoria de la experiencia de ir book-shopping como lo es tirarse al suelo para revisar los estantes más bajos y rebuscar entre los libros escondidos en una fila trasera. Si vuelvo a Bs. Aires alguna vez, visitaré la misma librería (Lilith, sobre Santa Fé) para conversar con el mismo librero ex-hippie.

...

Cuando, en mi último día en Buenos Aires (domingo 25), me di cuenta por la mañana de que mi avión a Lima salía, no a las dos de la tarde, como creía, sino a las nueve de la noche, me di cuenta de que tenía un día libre más y acompañé a Joel a visitar el cementerio de La Recoleta. Sólo una vez antes había ido a un cementerio: al Baquíjano, en el Callao, para el funeral de un pariente y, aunque es verdad que no lo exploré mucho, los mausoleos no me habían causado gran interés. (Lo que sí me pareció interesante de esa ocasión fue el ritual masónico de despedida al fallecido: una especie de abrazo grupal alrededor del féretro.)

El cementerio de La Recoleta está situado, como podrían imaginar, en el barrio de La Recoleta, cerca del museo de Bellas Artes de Bs. Aires (que visitamos más tarde). No los voy a aburrir con los detalles de los muchos mausoleos del cementerio, entre los que destacan el de Eva Perón, el de la esposa de San Martín, de Bioy Casares (escritor argentino y contemporáneo, en tiempo y estilo, de Borges) y de ex-presidentes argentinos.

Caminar por el cementerio un domingo por la mañana, en un día nublado y con algo de llovizna, es una experiencia extrañamente relajante, tomando en cuenta que (1) uno está rodeado de cadáveres en descomposición y (2) este probablemente sea uno de los peores lugares en los que estar durante un levantamiento zombie. Pero lo que más me impresionó del cementerio fue un mausoleo en particular, el de Liliana Crociati, fallecida en 1970, a los 26 años, en Innsbruck, Austria, cuando un alud de nieve cayó sobre el hotel donde ella y su marido dormían. El mismo día murió su perro Sabú, a miles de km de distancia. En la entrada del mausoleo hay una estatua en bronce (obra de Wilfredo Viladrich) de ella vistiendo su traje de novia, acompañada de Sabú:

Debajo de la escultura, hay una placa con una inscripción, en italiano, de su padre, poeta:

La traducción es:

"A mi hija: Sólo me pregunto por qué te has ido y has dejado destrozado mi corazón. Que sólo te quería ¿por qué? ¿Por qué? Sólo el destino sabe el por qué y me pregunto por qué. ¿Por qué no se puede estar sin ti, por qué? Tan linda eras que la naturaleza, envidiosa, te destruyó, ¿por qué? ¿Por qué?, solo me pregunto si hay dios, se lleva lo que no es suyo. ¡Por qué destroza y deja hasta el infinito el dolor! Por qué, creo al destino y no a ti, ¿por qué? Por qué sólo se que siempre sueño contigo, ¿por qué hay de qué? Por todo el amor que siente mi corazón por ti. ¿Por qué? ¿Por qué? Tu papá."

...

Después a regresar al hotel, recoger las maletas, empacar los chocolates de Bariloche y salir al aeropuerto. En las varias horas de espera que tenía por delante antes de tomar el vuelo a Lima, leí Los Reyes, de Julio Cortázar, espectacular distorsión del mito griego en que Ariadna está enamorada, no de Teseo, sino de su hermano, el Minotauro, que, encerrado, resulta ser en realidad el único hombre libre. Después vino Seda, de Alessandro Baricco -quien escribió Novecento, el monólogo teatral que serviría como base para la película La Leyenda de 1900, de Giuseppe Tornatore- que resultó la perfecta lectura para olvidarse del mundo alrededor de uno, algo que busco a menudo cuando espero en un aeropuerto. Después de cuatro horas de viaje y de haber visto Die Hard 4.0 una vez más en el avión (nada como ver que John McClane destruye un helicóptero en vuelo haciendo que un carro se estrelle contra él), llegué al siempre caótico Jorge Chávez: a Lima, a casa, a mis libros y a mis peces.

5 comentarios:

CAMJ dijo...

Bello Maurício! Quando estuve en Bs. Aires también me impresionó la cantidad de librerías. En Brasil me parece que esto está mejorando poco a poco. Veremos dentro de algunos años... Y que te pareció el caballero inexistente? Me he comprado este y los otros dos relacionadas en italiano :D
Abraços!

Joel Jones Pérez. dijo...

Nunca olvidaré a esa bailarina de tango... a menos que se quite el sombrero, claro está. Brutal!

Y cuántos kilos bajaste luego de los kilómetros que te obligué a caminar bajo el sol???

Y por qué no mencionas el es-pec-ta-cu-lar museo de historia de Buenos Aires? Que desastre!

Vamos a ver que tal está Baricco esta vez, lo empiezo hoy.

Mauricio Bustamante dijo...

CAMJ: El Caballero Inexistente, como cuento, me pareció muy gracioso y, como alegoría acerca de la identidad, genial. I visconte dimezzato y Il barone rampante ya están en la lista. Lo malo es que la única editorial que los publica en castellano es Siruela y en Lima son un poco difíciles de encontrar. (Mi italiano sólo es suficientemente bueno como para leer comics y manga...)

Joel: Creo que todo lo que bajé caminando lo subí con los chocolates en Lima ... malditos chocolates de Bariloche. Y el museo de historia de Bs. Aires... lo más interesante fue el cafecito de la esquina del parque. Pero de que recorrimos buena parte de Bs. Aires, lo recorrimos.

CAMJ dijo...

Pero tu traducción está estupenda! O no es tuya, hein?? La verdad es que sí es un poco difícil leer Calvino en italiano... leí en portugués "el caballero inexistente" y para mi tiene la mejor descripción de lo que sea en realidad una batalla "alla brave heart"...

Mauricio Bustamante dijo...

La traducción del poema no es mía, la saqué de aquí: http://cementeriodlarecoleta.blogspot.com/2008/01/liliana-crociati-fue-enterrada-con-su.html. (Lo siento por la omisión.)

Sí, tiendo a creer que la descripción que Calvino hace de la batalla debe ser bastante pegada a la realidad ... excepto tal vez el sistema de insultos entre cristianos y moros:

[...] Comenzaban los duelos, pero como ya el suelo estaba abarrotado de cuerpos y cadáveres, se movían trabajosamente, y cuando no podían alcanzarse se desfogaban con insultos. Y entonces era decisivo el grado y la intensidad del insulto, porque según fuera ofensa mortal, sangrienta, insostenible, mediana o leve, se exigían diversas reparaciones o también odios implacables que se transmitían a la descendencia.

La descripción del trabajo de "traductor de insultos" -porque moros y cristianos no se entienden- me pareció divertidísima.