sábado, 22 de noviembre de 2008

Miedo


miedo
.

(Del lat. metus).

1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.



Cuando eres un niño pequeño, de cinco o seis años de edad, no deberías ver películas de terror. Punto.

Esto lo sé por experiencia propia. De niño vi todas y cada una de las películas y series de terror que la televisión peruana de fines de la década de los ochenta me ofrecía. Algunas escenas quedaron marcadas hasta el día de hoy:

- En Return of the Living Dead (1985), la escena en que el cadáver zombie de una mujer explica que busca comer cerebros porque morir duele (puede sonar inofensivo ahora, pero pongan esa escena en la mente de un niño de cinco años...).

- En Poltergeist (1982) -que, dicho sea de paso, fue co-escrita por Spielberg-, cuando el payaso de juguete ataca a uno de los niños protagonistas y lo arrastra debajo de la cama y cuando uno de los personajes secundarios imagina frente al espejo cómo la carne se despega de su rostro. (Algunos años después, cuando mi abuela me regaló un muñeco de payaso idéntico al de la película, no tuvieron mejor idea que colocarlo justo frente a mi cama, permanentemente mirándome. Más de una vez le cayó un almohadazo bien dirigido.)
- Algunos episodios de la nueva y antigua serie La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), y su canción de opening, que Lovecraft probablemente describiría como pavorosa. Recuerdo especialmente tres episodios:
  • En el primero, una epidemia de gripe se extiende en un pueblo, tras la llegada de un hombre misterioso. Luego de algunas semanas, todo el pueblo está infectado, excepto un habitante que había permanecido en casa durnte todo ese tiempo, sin contacto con el resto. Una noche, todo el pueblo, transformado en monstruos debido a la aparentemente inofensiva gripe, sale de sus casas para matar al único no infectado.
  • En el final de otro episodio, la abuela de una familia termina convirtiéndose en una bruja, pero esto sólo se le revela el espectador, no a los miembros de la familia.
  • Del tercer episodio, sólo recuerdo la frase final: "el monstruo está en el atico". Durante todo el episodio, un grupo de personas había tratado de acorralar al monstruo que habitaba una casa. Al monstruo no se le ve una sola vez en todo el episodio, pero finalmente logran acorralarlo en el ático de la casa. La frase final de esta historia coincidió con la llegada de mi mamá a la casa; cuando me dijo "hola" establecí mi marca personal de salto alto.
Recuerdo también haber visto la serie presentada por Hitchcock (Alfred Hitchcock Presents) y lo que en Perú se conoció como La Hora Macabra (Ghost Story). La canción del comienzo de la primera y la publicidad de la segunda (en canal 9, para los peruanos) eran suficientes para apagar el televisor.



Ahora, Poltergeist, lo confieso, me jodió el cerebro. Probablemente toda mi consecuente fascinación con el terror en forma de cine, literatura, comics (y en la vida real) se la deba a haber visto esa película. Verla, a los cinco años, fue el equivalente al primer fix de una sustancia adictiva (digamos, para ser zanahorias, la primera vez que uno toma Coca-Cola). Me dejó queriendo más.

Pero el efecto no fue inmediato. La primera reacción fue desarrollar un miedo (ver definición al inicio de este post) antes inexistente a la oscuridad, que eventualmente superé, y otro a lo que puede estar detrás de las puertas, detrás de las cortinas, detrás de mí mismo. Este último es un miedo que está bajo control, pero que dudo que algún día desaparecerá. (Y esto lo digo, simplemente, porque, con todo lo improbable que puede ser, realmente existe una probabilidad distinta de cero de que haya algo detrás de esa puerta, o algo detrás de mí. En palabras del gran Kurt Cobain: "Just because you're not paranoid doesn't mean they aren't after you.")

El miedo a lo desconocido e inmaterial se encuentra muy dentro de nosotros y tiene una explicación bastante coherente como mecanismo evolutivo de prevención: si eres un Cro-magnon en búsqueda de comida y te sientes de pronto amenzado por la presencia de un depredador al que puedes oír, pero no ver, entonces es útil que tengas miedo y corras para salvarte. (Aprovecho para decir que, si a alguien le interesa qué hubiese pasado si descendiéramos de los Neanderthal, y no de los Cro-Magnon, lean la trilogía The Neanderthal Parallax de Robert Sawyer.) Pues bien, el hecho es que Poltergeist llevó este instinto a un nivel de overdrive dentro de mí y, cuando recuperó sus niveles normales, me dejó con un apetito insatisfecho por el terror.

Ahí comenzó mi fascinación por las películas de zombies, por ejemplo. A esta época pertenecen los clásicos Night of the Living Dead (1968) y sus secuelas (los remakes saldrían muchos años después), de George A. Romero; Re-Animator (1985), de Stuart Gordon; Pet Sematary (1989), basada en el libro del mismo nombre de Stephen King, publicado en 1983; The Evil Dead (1981), dirigida por Sam Raimi, el que sería director de la trilogía de Spider-Man veinte años después. Cuando descubrí que en la serie de videojuegos House of the Dead podía poner en práctica los años de experiencia visual eliminando zombies, inmediatamente me volví asiduo jugador: descubrí que pocas cosas relajan más después de una semana de trabajo que apuntar directamente a la cabeza de un zombie. ¿Un poco salvaje y violento? Sí, lo admito. Pero inmensamente gratificante.

Años después, hurgando en una librería de la cadena Gandhi en Ciudad de México, descubriría a H.P. Lovecraft y el mito de Cthulhu. Ya antes, en el colegio, había leído Carrie de Stephen King, pero Lovecraft realmente entendió cómo generar terror: muestra lo mínimo indispensable, suficiente como para crear en el lector la sensación de que lo que se le está describiendo es un elemento que se encuentra fuera de la realidad conocida. Lovecraft no habrá sido un revolucionario en la literatura, pero sí llegó a convertirse en el ícono del género de horror. Si les interesa, lectores, recomiendo dos de sus más conocidas historias: At The Mountains of Madness (1936) y The Thing on the Doorstep (1937).

Durante años, he podido ver plasmados en las películas y libros de horror parte de los miedos de mi infancia. Algunos de estos miedos siguen hasta hoy, más controlados, digeridos y pensados, pero todavía presentes. Mi fascinación con el horror responde a una búsqueda, fuera de los sueños, de la presencia de lo surreal en la vida normal. Las situaciones improbables y sus efectos en una persona, un grupo o en toda la humanidad es un tema que no está restringido sólo al género de horror, pero que sí ha sido explorado (notablemente, por Romero) utilizando sus técnicas. Fuera del horror, el mejor explorador de situaciones improbables que he encontrado es José Saramago, escritor portugués, ganador del premio Nobel de Literatura y autor de novelas como Ensayo Sobre la Ceguera (sobre una epidemia de ceguera), Las Intermitencias de la Muerte (sobre un país donde la gente deja de morir) y Ensayo Sobre la Lucidez (sobre un país donde todos votan en blanco en las elecciones presidenciales). (En Ensayo Sobre la Ceguera, curiosamente, no es difícil hacer comparaciones con los eventos típicos de películas de zombies.)

El tema del horror es amplio y el de lo surreal, aún mas. Todavía me falta mucho por ver, desde Fellini hasta las películas gore italianas, y mucho por leer. El hambre -no de cerebros, sino de terror, en este caso- está lejos de haber sido calmado.

Para terminar, los dejo con una de las frases más famosas de Lovecraft, la primera línea de The Call of Cthulhu:

"The most merciful thing in the world, I think, is the inability of the human mind to correlate all its contents. We live on a placid island of ignorance in the midst of black seas of infinity; and it was not meant that we should voyage far."

Las preguntas para ustedes, lectores, son esta vez: ¿Qué películas de terror recuerdan especialmente? ¿Libros? ¿Páginas del Necronomicon?

6 comentarios:

Joel Jones Pérez. dijo...

Vamos, ya te dije que Cthulu ha sido vencido varias veces por Steve Irwin!

CAMJ dijo...

Te estas volviendo un psicólogo, eh! Gracias por compartir tus miedos!! Todavía no tuve el valor de mirar el video de "twilight zone" que pusiste...hehe

Luciano dijo...

Muy bueno eh! Me has dejado pensando buen rato al respecto, pues no te hubiera imaginado nunca con ese temor obsesivo x lo q hay detrás de las puertas/cortinas/etc.

Cual bicho es ese con cabeza de sepia? Cthulu?

Mauricio Bustamante dijo...

Sí, aunque más que miedo, creo que se terminó convirtiéndose en curiosidad. Aún así, les aviso cuando termine encontrándome con lo que está detrás de la puerta.

Sí, el de la pintura es Cthulhu. Lovecraft lo imagino como un ser extraterrestre al que le rendían culto los humanos desde la antigüedad. Mas información en la siempre bondadosa Wikipedia: http://en.wikipedia.org/wiki/Cthulhu.

Y sí, Steve Irwin pudo con Cthulhu en más de una ocasión, por ejemplo en: http://www.irregularwebcomic.net/118.html.

CAMJ dijo...

Solo por curiosidad: sabes que hay una cancion de metallica, instrumental por cierto, llamada "the call of ktulu"? hehe :)

Mauricio Bustamante dijo...

No lo sabía, pero ya la escuché y decidí que si alguna vez llego a las montañas de la locura en la Antártida la pondré en mi ipod.

Aquí la pueden escuchar:

http://www.youtube.com/watch?v=8IbkEEtED6s&feature=related

¡Gracias por el dato!